Relato sobre relato. El dolor generacional.
Me he quedado un tiempo escuchando las historias de niñez de mi madre, como te imaginarás amigo lector, mi vida se basa mucho en el yo y mis disposiciones familiares son limitadas por muchas cosas, mi hogar es complejo y su gente también lo es, así como puede ser en tu morada. Mi lugarcito para sufrir, para llorar, para preguntar y responder, para reir y para soñar soy yo mismo, rara vez esas facultades se encuentran con mi familia. Comparto poco con ellos y eso es bueno y malo. Pero vengo a narrar mis sentimientos a esa escucha e interacción con ella, mi mamá.
Estaba pasando un día cansado psicológica y físicamente, me he sentido sensible estos días, quise apartarme un poco de mi vida virtual, la cual siento que me consume mucho. En fin, estaba comentando con mi mamá y mi cuñada el nuevo reto académico y profesional que representan mis practicas "pre profesionalizantes". Cuando curiosamente empezó a comentar que para sus tiempos los psicólogos eran las coyundas y los chilillos. Sin ánimos de cuestionarle ni decirle ok boomer, sucumbí ante el letargo emocional que ya traía y así mismo, me tumbé en el piso embaldosado del patio cuyo techo inexistente nos regaló la ventaja de enjugar con estrellas la nostalgia.
Me hubiera gustado escuchar una historia fantástica de mi madre siendo feliz y teniendo romances, divirtiéndose y aprendiendo, en cambio solo escuché distintas formas de violencia ejercidas en su humanidad pasada, y eso que ellas no tenían nada que ver con las violencias sociohistóricas que seguramente también sufrió. El dolor en mi corazón no se hizo esperar y mientras veía a las estrellas y mi mamá contaba sus historias se le salían las lágrimas, de la nostalgia de seguro, quise llorar con ella pero no pude consumar ese deseo. Me reprimo mucho mis lágrimas, no sé porqué.
Todo eso me ha traído aquí, a hablar un poco de ese cambio generacional que estamos viviendo y del infortunio de las generaciones pasadas y las nuestras presentes que aún estamos en procesos de cambios dolorosos, viviendo nosotros duelos que no hemos presenciado a través de nuestros padres y abuelos, y ellos viviendo los que ya tuvieron y los que vivimos y actuamos nosotros.
Es duro, la vida ha sido dura indiscriminadamente, oprimidos y opresores hemos sufrido con realidades diferentes e incomparables claro está. La esperanza está en aquella imagen evocada por el relato de mi madre donde pasaba jugando (mencionaba algunos juegos violentos) mucho rato con sus vecinos quienes ahora son tíos y amigos de la familia quienes solo puedo imaginar con cuerpo de chateles y sus caras de viejos. El punto es que ahí yace la esperanza, en las generaciones juguetonas y mejores que podemos cultivar.
Estaba pasando un día cansado psicológica y físicamente, me he sentido sensible estos días, quise apartarme un poco de mi vida virtual, la cual siento que me consume mucho. En fin, estaba comentando con mi mamá y mi cuñada el nuevo reto académico y profesional que representan mis practicas "pre profesionalizantes". Cuando curiosamente empezó a comentar que para sus tiempos los psicólogos eran las coyundas y los chilillos. Sin ánimos de cuestionarle ni decirle ok boomer, sucumbí ante el letargo emocional que ya traía y así mismo, me tumbé en el piso embaldosado del patio cuyo techo inexistente nos regaló la ventaja de enjugar con estrellas la nostalgia.
Me hubiera gustado escuchar una historia fantástica de mi madre siendo feliz y teniendo romances, divirtiéndose y aprendiendo, en cambio solo escuché distintas formas de violencia ejercidas en su humanidad pasada, y eso que ellas no tenían nada que ver con las violencias sociohistóricas que seguramente también sufrió. El dolor en mi corazón no se hizo esperar y mientras veía a las estrellas y mi mamá contaba sus historias se le salían las lágrimas, de la nostalgia de seguro, quise llorar con ella pero no pude consumar ese deseo. Me reprimo mucho mis lágrimas, no sé porqué.
Todo eso me ha traído aquí, a hablar un poco de ese cambio generacional que estamos viviendo y del infortunio de las generaciones pasadas y las nuestras presentes que aún estamos en procesos de cambios dolorosos, viviendo nosotros duelos que no hemos presenciado a través de nuestros padres y abuelos, y ellos viviendo los que ya tuvieron y los que vivimos y actuamos nosotros.
Es duro, la vida ha sido dura indiscriminadamente, oprimidos y opresores hemos sufrido con realidades diferentes e incomparables claro está. La esperanza está en aquella imagen evocada por el relato de mi madre donde pasaba jugando (mencionaba algunos juegos violentos) mucho rato con sus vecinos quienes ahora son tíos y amigos de la familia quienes solo puedo imaginar con cuerpo de chateles y sus caras de viejos. El punto es que ahí yace la esperanza, en las generaciones juguetonas y mejores que podemos cultivar.
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